Amubri: Una Experiencia Inolvidable

Republicada de Nuestra Talamanca Ayer y Hoy (1983)

Redacción: Rita Julia González Obando y Maritza Rugama Méndez

El 25 de abril de 1981 un grupo de estudiantes del Colegio Agropecuario de Talamanca realizamos una visita a la población de Amubri, ubicada en el distrito de Bratsi, dentro de la Reserva Indígena. La visita se hizo con el fin de concocer las costumbres y usanzas de los indígenas. El grupo lo integrábamos las personas siguientes: estudiantes Ana Concepción Pais Mayorga, Rita Julia González Obando, Betty Auxiliadora Barrios Saldaña, Maritza Rugama Méndez, Rosa Amalia López Medrano, y Jorge Hudson Chollette; profesores Paula Palmer, Luis Meléndez y Arnold Hanbelamt. El Sr. Tranquilino Pais y la Sra. Donata Mayorga, padres de la compañera Ana, nos guiaron a nuestro destino y a la vez nos presentaron a las familias que entrevistaríamos.

Para dirigirnos a Amubri viajamos en jeep hasta Suretka. De ahí continuamos en bote de motor sobre el caudaloso río Telire hasta Boca de Urén; luego llegamos a pie al puerto de Suiri para esperar ahí a los señores guías que habían continuado en bote con nuestro equipaje. Ellos nos dejaron en Boca de Urén debido a que el río tenía muy poca profundidad y resultaba muy difícil viajar todos en bote. 

Del puerto de Suiri continuamos por un camino alfombrado de zacate. En este largo pero corto trayecto nos entretuvimos en alegres potros para devorar los verdes pastizales a nuestro alrededor. Encontramos a la madre de los Mayorga, la señora María Clara Mayorga Oliver, y también con la señora Mercedes Mayorga Oliver quien nos acompañó y a la vez nos hizo el favor de traducirnos el idioma bribri al español. En la casa de los Mayorga tuvimos un breve descanso, el que aprovechamos para darnos un corto baño en una quebrada cercana. Luego de esto procedimos a realizar unas entrevistas con algunos habitantes de esta región, todas muy interesantes.

Antiguas creencias sobre el nacimiento

Uno de los relatos que más llamó la atención fue la entrevista con la señora Apolonia Basilia Hernández. La encontramos en su rancho solitario, construido de paja y chonta. La señora tiene aproximadamente 81 años de edad, según cálculos de algunos vecinos, pues ella no lo recuerda. Estaba sentada en una hamaca confeccionada por ella misma, y nos colocamos a su alrededor.

Para conversar con doña Apolonia necesitamos la cooperación de doña Mercedes, ya que la anciana nos habló solamente en el idioma bribri.

Explicó doña Apolonia cómo era el nacimiento de los niños indígenas en las épocas pasadas. Cuenta la anciana indígena:

Para esa época las mujeres daban a luz en el monte. Allá se quedaban debajo de una casita y de ahí se lavaban las manos con monte. Después la madre iba a verlas. Les echaba agua caliente y se cortaba el ombligo del niño con un cuchillo, y lo guargaban. La placenta la guardaba en la tierra debajo de una piedra. Esto era un misterio para que el niño sea fuerte como la piedra.
Después la mamá se quedaba con las manos cruzadas para lavarse con otro monte que le quitaba el mal. Luego encendían una luz y se quedaban queditas esperando para que las llevaran a la casa.
Despúes de los tres días venía un sukia a curar al niño y a la mamá. Les curaba con monte para lavarse las manos. A los tres días volvían a la casa. Nadie podía verlos, sólo los maridos, porque era pecado. Para borrar el pecado la persona que los veía tenía que dejarle algo o plata, porque era buena gente.
Tener hijos en aquel tiempo era algo muy sucio, porque dicen que es algo muy malo para luego tocar las cosas sin lavarse, porque ellos tenían una fe muy grande que era malo. Guardaban dieta de un mes y se aseaban la boca con una concha de palo que se pasaban en la piedra de moler y utilizaban el polvo. Enumeraban un mes para poder comer en plato y cuchara, por mientras comían en hojas. La concha del palo era un misterio para ellos. Se enfermaban si no hacían esa dieta, entonces tenían que hacerla para no enfermarse.
Para ese tiempo sufrían mucho las mujeres. En cambio ahora las madres dan a luz en la casa.

Anteriormente la señora Donata Mayorga, vecina de Chase, que nos servía en este viaje de guía, nos había contado un relato relacionado con el nacimiento de los niños indígenas en épocas pasadas.El relato era casi igual al de doña Apolonia, solamente que doña Donata dijo que para curar el ombligo de los niños se raspaba un calabazo verde y se sacaba un polvo blanco, el cual era utilizado para realizar la curación. También mencionó que después de regresar la madre a la casa bañaba al niño, y el padre podía tocarlo. Antes del baño no era posible hacerlo. Añadió doña Donata:

En ese tiempo las mujeres eran valientes porque nada más lo que pasaban en la casa después de dar a luz eran unos tres días, y luego van a trabajar. Ese tiempo no era como ahora, que guardan cuarenta días.

Al finalizar la entrevista doña Apolonia, que es cantante indígena, agradecida por la visita, nos cantó una canción, y aunque nosotros no entendimos porque la hizo en bribri, nos sentimos muy emocionados al escucharla. La canción se llamaba koyónik o koiónuk (vea la traducción en página 9).

El ák para moler

Esa misma tarde visitamos al señor Emiliano Morales Villanueva; quien nació en Namú del Alto Lari en el año 1914. Para llegar a su rancho caminamos como 45 minutos del centro de Amubri a través de plantaciones de cacao. Don Emiliano nos enseñó una piedra grande y plana que sirve como  base o otra piedra redonda con que muelen diferentes especies de granos, especialmente el maíz para hacer chicha. 

Por un pomento nos sirvió de distracción, ya que todos practicamos la forma de usarla. Aunque era bastante pesada la piedra, la forma de moler era muy sencilla. El nombre bribri de esta piedra según nos dijo don Emiliano, es ák.

Ya muy avancada la tarde, regresamos a la casa de los Mayorga para luego en la noche viajar al centro de Amubri a visitar al padre Bernardo Koch, quien nos llevó a la emisora Voz de Talamanca y nos brindó la oportunidad de enviar saludos por medio de ésta.

El rancho enorme

El día 26 de abril iniciamos el viaje de regreso, pero antes nos interesaba entrevistarnos con don Rafael Pereira Mora, un sukia con 52 años de edad. Su rancho está situado en un lugar, según nos dijo él, se llama Cocoa. Para llegar hasta aquí hay que caminar como una hora de Amubri centro, y hasta ahí nos dirigimos. 

El rancho de don Rafael es sumamente grande. Está construido de chonta con techo de paja; tiene una forma rectangular. Está dividido en una pequeña cocina, dos cuartos y una especie de sala. La sala es muy amplia y además está abierta, o sea las paredes cubren como un metro de distancia a partir del piso, lo que permite que penetren gran cantidad de luz y de aire. ALrededor de este cuarto grande están unas tablas grandes, o tablones, que sirven de asientos. Además tienen otras bancas de madera, unas con tres patas y otras con cuatro, varias mesas y una hamaca.

Ahí adentro vimos algo curioso: una especie de barril construido con corteza de un árbol de balsa. Se unen los dos extremos de la corteza por medio de una trenza hecha de bejuco real. Esto se utiliza para guardar maíz.

Dentro de este mismo cuarto, junto a una pared, hay un tapezco en forma de un segundo piso que es utilizado para guardar canastas, pichingas, cartones, etc.

El rancho está rodeado por diferentes cultivos, como árboles furtales, plátanos y otros.

El sukia en su profesión

Don Rafael nos explicó cómo trabaja en su profesón de sukia, o doctor. Nos dijo que empezó a estudiar cuando tenía 22 años y el estudio duró 15 años. Los primeros tres años fueron con un sukia quien murió, desafortunadamente; entonces, don Rafael buscó otro con el cual terminó las lecciones. Nos decía este señor que el aprendizaje es muy difícil porque se carece de libros y hay que memorizar todo.

Según lo que él nos decía, el paciente llega a su rancho y él ve cuál es la enfermedad que padece. Luego va al monte a buscar las hierbas, hojas, bejucos o raíces que necesita y regresa al rancho donde prepara la medicina. El paciente la toma durante un período de ocho a quince días, de acuerdo con la gravedad del mal. Pero don Rafael nos dijo que no son todas las enfermedades que los sukias pueden curar.

Actualmente, don Rafael está enseñando a uno de sus hijos la profesión de sukia y dice qu éste lleva ya cuatro años de estudio. Agregó que la mayoría de los jóvenes indígenas de Talamanca ya no quieren estudiar para sukias.

Después de dejar el rancho de don Rafael, continuamos nuestro camino para llegar el puerto de Suiri y dirigirnos a nuestras casas. El camino estaba en malas condiciones, pues en la mayor parte había barro, y a cada instante nos atascábamos en él. Sin embargo, todos conservamos el buen humor, aprovechamos cada accidente de éstos para reírnos. Realmente nos sentimos muy felices. Fue una experience inolvidable para todos. 

Aprovechamos este artículo para dar las más efusivas gracias a toda la población de Amubri, ya que sus habitantes nos prestaron una gran ayuda para realizar este trabajo. En él hemos aprendido mucho, y esperamos tener la oportunidad de poder regresar y aprender aún más.

La Canción de Doña Apolonia

Grabado el 25 de abril de 1981. Transcrito en bribri y traducido por Raymond Schlabach y Ernestina Valdes.